Ni una sola palabra
Yo no se en que estaba pensando cuando te abrí la puerta. Simplemente entraste colgaste tu abrigo, luego fuiste a la cocina y muy decididamente abriste la botella de vino que yo guardaba desde hace mucho tiempo, esas que son para alguna ocasión especial. Serviste dos copas y bebiste un largo trago, sin darme cuenta te abalanzaste sobre mí queriendo besarme, yo te tome de los brazos y te empuje sobre el sofá, te quedaste ahí por un momento descolocada, creo que no esperabas esa reacción de mi parte.
Me dirigí a la cocina y bebí de un sorbo la copa de vino que habías servido, cuando volví al living buscabas desesperadamente algo en tu cartera al punto de vaciar todas tus cosas en la mesa, hasta que encontraste el sagrado paquete de cigarrillos, aun fumabas esos camel sin filtro. Encendiste uno y le diste una buena calada, luego de haber consumido la mitad lo apagaste y comenzaste a hablar, primero dijiste que nunca habías dejado de amarme, que todo este tiempo separados te había servido para darte cuenta de lo enamorada que estabas de mi, que haberme abandonado era el peor error que habías cometido en tu vida, todo esto acompañado de un leve sollozo, me suplicaste que te perdonara y volviera contigo, que esta vez si que harías las cosas bien.
Una vez que terminaste de hablar me miraste muy tiernamente, pero yo esta vez sólo me limite a levantar los hombros.
Muy dignamente te levantaste del sofá y fuiste a la cocina, bebiste directamente de la botella que luego lanzaste sobre el muro... volviste a la sala, te pusiste el abrigo y diste un portazo.
Que más da… el tercero del día.